El Indio Solari volvió sobre el final de Los Redondos de Ricota y apuntó sin rodeos contra Skay

En una charla íntima con Andy Kusnetzoff, el músico repasó su presente creativo, habló de su enfermedad y revivió la ruptura con su histórico compañero, dejando textuales contundentes.

En una conversación extensa, atravesada por la crudeza y el humor afilado que lo caracterizan, el Indio Solari volvió a abrir la puerta de su universo personal para repasar su relación con el pasado ricotero, su vida cotidiana condicionada por el avance del Parkinson y el impulso inagotable de seguir componiendo.
La entrevista, emitida exclusivamente en audio desde Luzbola, su base en Parque Leloir, reunió al artista con Andy Kusnetzoff y con la productora Sol Liggera, que acompañó toda la charla. El dispositivo fue mínimo, sin exposición de imágenes: apenas un dibujo proyectado en tiempo real y una sola fotografía que había circulado días antes para anunciar el encuentro. Todo lo demás fue voz, respiración y silencios.

Indio Solari con Andy Kusnetzoff


La apertura del músico dejó ver de inmediato el tono del intercambio, cuando habló del esfuerzo físico que implica arrancar el día. “Esta no es una buena mañana, pero me estoy acostumbrando porque es una enfermedad que te obliga a aprender a vivir de nuevo. Cuando no tengo asistencia, tardo cuarenta minutos en ponerme un suéter”, confesó sin esquivar su propia fragilidad. Ese contraste entre grandeza popular y vulnerabilidad humana marcó la conversación. El hombre que movilizó a ciudades enteras se detuvo ahora a describir lo que cuesta levantarse, vestirse, seguir adelante.
Desde su estudio, rodeado de discos rígidos, maquetas y canciones en proceso, el Indio repasó el eje que todavía lo sostiene: crear. Allí, entre cables y pantallas, dio una pista del volumen de material que guarda: “Tengo computadora, 23 mil elementos en los discos rígidos, tengo canciones para la cuarta generación de Solaris del futuro, porque amo lo que hago”.
Su visión sobre la tecnología y sobre el modo en que arma cada pieza sonora fue tajante. Reivindicó el universo digital y desestimó las discusiones puristas: “Lo último que hago son las letras, lo primero es la textura, me interesan las texturas que trae lo digital. Lo digital es cero uno, cero uno; tenés que encargarte vos de que sea lindo lo que hacés”. Una declaración de principios: el laboratorio antes que la nostalgia.

 

También hubo espacio para derribar expectativas ajenas. Sin vueltas, se plantó contra la idea de repetir fórmulas o rendir culto al pasado: “No quiero respetar ninguna tradición, no quiero ser cultor de nada, lo lamento por aquellos que creían que uno podía ser Redondito toda su vida. Redondo es el público, no los que estamos sobre el escenario”.

Con esa frase reacomodó mitologías y dejó claro que no pretende habitar ningún pedestal. Su relación con los seguidores, aseguró, es tan multitudinaria como inabarcable: “No todos te quieren por lo mismo… no hay una característica”. Y, sobre su lugar en el imaginario popular, repitió su sentencia más incómoda: “Sigo diciendo que soy una especie de malentendido de la popularidad”.

Solari profundizó también en el modo en que escribe: no como relato lineal, sino como mecanismo para abrir imágenes en la cabeza del oyente. “La gente, por ejemplo, propone que son crípticas las letras mías… yo escribo para que imagines, no para contarte lo que pasó con la piba del Blockbuster. Yo genero un puzzle, un enigma que sea atractivo”. Para él, la lírica no explica: invita.

El momento más áspero llegó cuando recordó el final de la banda que marcó una época. Sin titubear, rememoró el impacto emocional que le dejó la ruptura y dirigió su malestar hacia Skay: “Viví un duelo con el final de Los Redondos porque era mi banda, y a Skay se le ocurre decir en un reportaje que todo esto se debía a que uno de nosotros se había querido quedar con la gloria de la banda. Semilla no fue, soy yo”. La frase cayó con el peso de una verdad irrebatible para él: su versión es la que sostiene y no piensa revisarla. Aun así, reconoció la grandeza de aquel proyecto colectivo: “En su momento hicimos cosas… canciones muy lindas, hicimos una mitología buena”.